El empeño: más que un antes y un después

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Muchas veces la gente se pregunta si en verdad lo que se ve en internet sobre los cambios es cierto, tenemos una respuesta dada en la experiencia: si, pero esa sería la respuesta corta, pues la larga básicamente nos habla de que no hay milagros, ni recetas mágicas y que en teoría no somos dioses ni nada por el estilo, todo se logra en base al trabajo duro, la dedicación y la disciplina. Tal fue el caso de la chica de la imagen que está en la parte de arriba, hoy te explicamos cómo lo hizo.

Un valor que el deportista de a pie no puede olvidar: No hay duda de que muchos quisieran hacer lo que hizo ella, y aunque en la fotografía se ve muy sonriente, muy vivaz, como si no le hubiese costado nada, podemos decirte que fueron lágrimas las que tuvo que derramar, y hasta ganas de literalmente lanzar la toalla a la basura tras cada entrenamiento, pero también es cierto que todo, absolutamente todo, es posible de mejorar, meno, claro está: la muerte.

En ese lapso de tiempo desde que se dijo: “no me gusta lo que veo y lo voy a cambiar”, fueron más los temas mentales que ella tuvo que abandonar: su miedo al fracaso, pues sabía que es algo inherente; su temor a volver a comenzar; sus dolores musculares; su odio al no notar los cambios al cabo de unas semanas de esfuerzo al máximo; su coraje al ver como los demás avanzaban y ella parecía quedarse en el mismo punto; el no querer levantarse en la mañana… si le preguntarás a ella en este momento que fue más difícil entre los entrenamientos y el manejo de su mente, sin duda contestará la segunda.

Pero, ¿sabes que hay un valor que la hizo triunfar por sobre todos esos temores y dudas?, hay algo aún más fuerte que el mismo miedo a la derrota, y se trata de la disciplina. Ella no se forzó con 4 o 5 horas de práctica al día, solo se decía cada mañana: “hoy solo serán 10 minutos”, y claro, al ser un tiempo tan corto, pudo cada ir aumentando la intensidad: “hoy solo serán 45 minutos”, “hoy solo será 1 hora”, y los días pasaban y ella se hallaba en esa lucha constante por levantarse a hacer un poco más cada día, al menos 5 minutos más.

No nos digamos mentiras, para una persona que apenas comienza sus rutinas, es completamente complicado hacerlo, es difícil ver la practica como algo divertido, porque te deja cansado, sudado, oliendo a pies, y con ganas de no volver a levantarte de la cama, y es allí donde encontramos otro gran valor: el amor.

Después de que se levantaba diciendo: “hoy solo…” se dio cuenta de que cada día era mucho más fácil que el anterior. Esos 5 minutos demás parecían ser “3 segundos” y comenzó a disfrutar poco a poco de ese cansancio, pues se convertía en placer. Comenzó a querer sudar más y ya no le daba tanta dificultad consumir la dieta que le formuló el nutricionista. Podía ya salir a la calle y en vez de tomar el coche para ir al mercado, se ponía un par de auriculares en cada pido y salía a trotar de ida y regreso. Sin darse cuenta comenzó a amar lo que hacía hasta el punto de amarse a sí misma y lo que estaba encontrando con la ayuda del entrenamiento dirigido, una dieta saludable y un descanso acorde, le gustaba.

Por supuesto que no fue fácil, ¡es que cosa de la vida es fácil!, no fue un milagro, ni magia, ni llenarse su cuerpo con fármacos. Fue un literal trabajo duro, lágrimas, frustraciones, pero sin duda, y con esa fotografía, podemos ver que definitivamente valió la pena desde cualquier lugar que se le vea.